Historia de Roma Libros I y II by Theodor Mommsen

Historia de Roma Libros I y II by Theodor Mommsen

autor:Theodor Mommsen
La lengua: spa
Format: epub
editor: Turner
publicado: 2003-11-15T00:00:00+00:00


EL PATRICIADO PIERDE SU PREPONDERANCIA POLÍTICA. EL PRETOR. LOS EDILES CURULES

Desde la fecha de promoción del primer cónsul plebeyo (la elección del pueblo recayó sobre el autor principal de la reforma, sobre el antiguo tribuno Lucio Sextio Laterano), el patriciado no se cuenta ya de hecho ni de derecho entre las instituciones políticas de Roma. Se refiere que después de votadas las Leyes Licinias, Camilo renunció a sus prejuicios de casta y edificó un templo a la concordia sobre un puente elevado en el Comicio, el antiguo lugar de la asamblea del pueblo, donde el Senado solía también reunirse algunas veces. Si el hecho es cierto, Camilo reconocía que habían terminado los odios obstinados y funestos de los dos órdenes. Así pues, la consagración religiosa del tratado de paz debió ser el último acto de la vida pública del gran hombre de Estado y gran capitán, y marcó el término de su larga y gloriosa carrera. No se engañaba Camilo por completo. En adelante, las más esclarecidas entre las familias patricias proclamaron en alta voz que habían perdido sus privilegios políticos, y se contentaron con dividirse el poder con la aristocracia plebeya. Pero la mayoría de los patricios persistió todavía en su ceguedad incurable. Como ha sucedido en todo tiempo, los campeones de la legitimidad se abrogaron también en Roma el privilegio de no obedecer la ley sino cuando favorecía sus intereses de partido. Con frecuencia se los vio infringiendo el orden de cosas nuevamente establecido, y nombrar a la vez a dos cónsules patricios. El pueblo tomaba enseguida su revancha. Después de la elección patricia del año 411 (343 a.C.), quiso nombrar dos cónsules plebeyos. Este era un peligro que debía evitarse, y, en adelante, a despecho del empeño formado por algunos pertinaces, los patricios no osaron aspirar a la segunda silla consular. Los mismos nobles se infirieron una grave herida cuando, en ocasión de las Leyes Licinias, intentaron que se les diese una indemnización a cambio de las concesiones que se les habían arrancado. Pretendían así salvar del naufragio, por una especie de juego de báscula política, algunos restos de sus antiguos privilegios políticos. Con el pretexto de que solo ellos conocían la jurisprudencia hicieron desmembrar del consulado, que ya estaba abierto a los plebeyos, todas las atribuciones judiciales. Se nombró entonces a un tercer cónsul especial, un pretor, para administrar justicia. La vigilancia del mercado, la jurisdicción de policía y la dirección de las fiestas cívicas fueron entregadas a nuevos ediles, cuya competencia era permanente, y que se distinguieron de sus colegas plebeyos por el nombre de ediles curules. No obstante, el simple plebeyo tuvo muy pronto acceso a la nueva edilidad.



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